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La creación de las escuelas parroquiales son la respuesta a una demanda de la Iglesia que en su magisterio y en los Documentos, debemos hallar su más claro marco referencial.

El espíritu que mueve la creación de estas escuelas no es otro que el mismo propuesto por el Nuevo Testamento: EVANGELIZAR.

La Iglesia como madre está obligada a dar a sus hijos una educación que llene toda su vida del Espíritu de Cristo y al mismo tiempo ayude a todos los pueblos a promover la perfección cabal de la persona humana, incluso para el bien de la sociedad terrestre y para configurar más humanamente la edificación del mundo.- Por eso, en la constatación de la necesidad de centros educativos en sus distintos niveles y en zonas con menos posibilidades, tanto en el interior como en la ciudad, algunos párrocos con sus comunidades parroquiales se sienten motivados a ofrecer el servicio y como signo de la educación católica la Escuela Casa, la Escuela Pequeña Comunidad, la escuela Parroquial, providencia que comienza con fuerza en los años 1954, 1957, 1958, 1959 hasta nuestros días.

Formar integralmente al hombre, es la base y realidad de la Escuela Parroquial; surge de su expresión de ser realidad evangelizadora, como ámbito educativo de la parroquia.

La Iglesia crea sus propias escuelas porque reconoce en ellas un medio privilegiado para la formación integral del hombre, en cuanto que ella es un centro donde se elabora y se transmite una concepción específica del mundo, del hombre y de la historia siendo Jesús el centro de la misma y el móvil del compromiso educativo.

La Escuela Parroquial es una comunidad educativa de auténticas relaciones interpersonales entre quienes la componen, se rige por los principios pedagógicos enunciados por la Iglesia y se inserta en la Pastoral Orgánica de la Parroquia como instrumento privilegiado, a la vez que se preserva su autonomía académica.