Cada niño tuvo la tarea de dibujarse a sí mismo y escribir su nombre. Esos dibujos fueron plasmados en el frente de la remera, mientras que en el dorso se hizo una composición con todos los dibujos y nombres de los compañeros de su sala. Así, cada uno pudo lucir en el pecho su propio diseño original y en la espalda los diseños de todo el grupo.
Además, los chicos dibujaron a sus señoritas y luego se realizó una votación para decidir cuál de los diseños sería incorporado a las remeras.
En definitiva se trató de un proceso muy original y participativo, donde toda la creatividad de los niños fue aprovechada para dar como resultado unas remeras únicas.